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Con más rastrojo en superficie gana el productor y también el suelo, gracias al mayor secuestro de carbono. En las zonas agrícolas más ricas del país –como en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba– se evidencia un deterioro progresivo de los suelos y consigo la capacidad de sustentar la vegetación.

En el sudeste de Córdoba, se registra un descenso generalizado de los contenidos de materia orgánica a valores entre 2,1 y 2,4 por ciento, producto de más de un siglo de actividad agrícola en la que el balance de carbono ha sido negativo, y donde ninguna de las prácticas de manejo individualmente logró mantener o mejorar la fertilidad física, química y biológica del suelo.

Con el fin de revertir esta situación, la siembra directa promueve la sustentabilidad del recurso edáfico mediante rotaciones de cultivos, secuestro de carbono bajo la forma de rastrojo en superficie, manejo integrado de plagas y un uso eficiente y responsable de los agroquímicos. Dentro de este contexto, una de las buenas prácticas agrícolas al alcance de la mano y con costo cero es la elección de un material que secuestre más carbono bajo la forma de residuo vegetal sin condicionar su producción económica.

Una mayor presencia de cobertura en superficie mejora la infiltración de las lluvias (precipitación efectiva) y disminuye la evaporación del agua desde el suelo, la que puede ser derivada hacia la transpiración, única pérdida productiva del recurso hídrico. Esta práctica resulta muy beneficiosa en zonas de producción en secano y con balance hídrico negativo.

El trigo en nuestra región se siembra a partir de mayo hasta mediados de junio, optándose por los ciclos largos para las siembras anticipadas y por los cortos, para las más tardías.

A igualdad de potencial de rendimiento en semilla es común no constatar diferencias entre materiales de ciclos largos y cortos sembrados en sus correspondientes fechas. Por otra parte, se dispone de escasa información respecto de la cantidad de rastrojo que dejan en superficie ambos tipos de materiales luego de la cosecha.

El objetivo del presente estudio fue medir la producción de semilla y rastrojo en genotipos de trigo con distintos ciclos biológicos implantados en las fechas de siembra recomendadas.

Durante las campañas 2009/2010 y 2010/2011, en el Campo Escuela de la Facultad de Ciencias Agropecuarias (UNC), se realizaron sendos ensayos comparativos en trigo.

Por cada tipo de material (ciclo largo, intermedio y corto) se evaluaron dos genotipos. En 2009 y 2010, los ciclos largos se sembraron el 1 de mayo, el 12 (2009) y el 13 de mayo (2010) los intermedios y el 21 de mayo (2009) y el 24 de mayo (2010) los ciclos cortos.

En ambos años los genotipos fueron evaluados según un diseño experimental en bloques completamente aleatorios con tres repeticiones, en parcelas de cinco metros cuadrados. Se midió el rendimiento en grano y rastrojo (kg/ha), y se estimó la eficiencia en el uso del agua (EUA) expresada en kilos de grano por milímetro de agua evapotranspirada por hectárea.

A tal fin, se midió el agua total hasta los dos metros de profundidad al momento de la siembra y de la cosecha lo que, sumado a las precipitaciones efectivas, permitió estimar el agua consumida por parte del cultivo. La información fue sujeta al correspondiente análisis estadístico.

Resultados. Se destacan los resultados de la primera tabla en cuanto a la producción de rastrojo de los materiales de ciclo largo-intermedio respecto de los cortos. Las diferencias fueron estadísticamente significativas a favor de los primeros en más de una tonelada de materia seca por hectárea.

La superioridad en cuanto al rendimiento en semilla de una campaña (2010-2011) respecto de la otra (2009-2010), estuvo acompañada por una mayor producción de rastrojo. Algo similar ocurrió con las correspondientes eficiencias en el uso del agua (segunda tabla).

Tal como se suponía, los materiales de distintos ciclos biológicos a los que se les respetaron las fechas de siembra recomendadas tuvieron un rendimiento en semilla semejante; sin embargo, la opción de un material de ciclo largo sembrado a principios de mayo brindó un beneficio socioeconómico que más temprano que tarde se hará sentir. Ante un contexto ambiental favorable para el cultivo de trigo, es bueno saber que quien gana con los altos rendimientos no es sólo el productor sino también el suelo gracias al mayor secuestro de carbono en la forma de residuo en superficie pos cosecha.

Desde el punto de vista técnico es gratificante constatar que el cultivo, a diferencias de nosotros, cuanto más agua dispone con mayor eficiencia la usa. Como futuros técnicos, abogamos por un uso sustentable del recurso suelo a través de la implementación de las buenas prácticas agrícolas, entre las que se destaca dejar el rastrojo en superficie que, para el caso de los cultivos en secano, nunca está de más.

Informe elaborado por José Ramacciotti y José Sartori, estudiantes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias (UNC), con la tutoría del ingeniero Ricardo H. Maich.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar

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