Galeses de la Patagonia

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Cuando recreaba lo vivido en la visita al Molino de Dolavon en la “Historia” pasada, me comprometí a ampliarles lo acontecido con la Colonia Galesa en nuestra Patagonia, un capítulo de nuestra historia que en lugar de haber sido “Narrado” fue deliberada y sistemáticamente “Negado” y creo merece con justicia una reivindicación, dándole la verdadera importancia y el protagonismo que tuvieron los galeses en la construcción y forjado de nuestra patria en la inhóspita, despoblada y olvidada Patagonia, ya que en gran parte, esa importante porción de territorio que hoy ostentamos no hubiese sido nuestra a no ser por la abnegada presencia en los mismos de estos bravos e intrépidos colonos descendientes de los celtas.

Los galeses emigraron a nuestro país como una forma de recuperar y mantener su identidad ya que en su tierra los ingleses los dominaban y se encontraban sin esperanzas de liberación, obligados a trabajar duramente y en condiciones inhumanas vivían en poblaciones obreras donde además de todas las peripecias nombradas debían hablar un idioma que les resultaba ajeno, el inglés, teniendo que cambiar antiguas costumbres galesas por las de sus dominadores. Por lo expuesto es que en la década de 1860 y luego de fracasar en una rebelión encabezada por el líder local Owan Gledower, más de doscientos mil galeses emigran a distintos destinos como Estados Unidos, Canadá, Australia, Brasil y a nuestra PATAGONIA, donde quiera que fuesen siempre los guiaba un único objetivo: Poder hablar exclusivamente en su lengua para poder así mantener su identidad y seguir siendo ellos mismos, o sea emigrar para seguir siendo galeses en idioma y espíritu.

La gestión inicial para movilizar un grupo de inmigrantes galeses hacía estas lejanas tierras del sur argentino fue realizada por el marino Love Jones-Parry, (Barón de Madryn) y el tipógrafo Lewis Jones, quienes se entrevistaron con el ministro Guillermo Rawson durante la presidencia de B. Mitre, a Rawson lo cautivó la idea y el proyecto galés comenzó a tomar forma, la promesa fue donar para colonizar una extensión de 46.000 hectáreas en las costas del río Chubut, con la promesa de que la colonia sería reconocida como una provincia argentina cuando su población superara los 20.000 habitantes. Lo que más sedujo a los galeses era que la “tierra prometida” era plana y para ellos que venían de una zona montañosa esa característica geográfica representaba facilidad de cultivo sin demasiado esfuerzo, por supuesto que la cruda realidad chocó en forma abrupta con la ingenua idea de los intrépidos inmigrantes.

El primer contingente de colonos galeses, (Ciento cincuenta y tres), provenientes de Liverpool, desembarcó del velero “Mimosa”, el 28 de Julio de 1865 en las costas de Golfo Nuevo a la altura de lo que hoy es Puerto Madryn y fundaron el primer asentamiento estable en toda la Patagonia, su arribo, imprudentemente en pleno invierno, derivó en una adaptación penosa y difícil, además de las peripecias de la travesía, en la que habían nacido dos criaturas y otras cuatro fallecieron, luego del desembarco, y tal como cuenta en el año 1932 un sobreviviente del contingente, el Sr. Tomás Jones, vivieron en cuevas que habían construido en los acantilados a 5 Km. de loa playa, buscaron infructuosamente durante cuatro días una fuente de agua potable y al no conseguirlo, ya exhaustos y sedientos deciden marchar hacia el valle del río Chubut en donde fundan el pueblo de Rawson.

Debido a que la mayoría de los inmigrantes galeses venían de zonas de minas y canteras poco conocían del cultivo de la tierra y demás tareas agrícolas, por lo que los fracasos se suceden uno tras otro, es allí donde se producen varias deserciones, muy golpeados pero con la fe y la esperanza intactas reciben ayuda de los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña lo que los incentiva a tomar la decisión de permanecer en la región. Tiempo después los Tehuelches instalan varias tolderías muy cerca de la colonia y entablan cordiales relaciones con los colonos que se ven notablemente beneficiados, ya que los nativos les enseñan a manejar la hacienda, a montar a caballo, utilizar las boleadoras para cazar, además de otras destrezas imprescindibles para subsistir. A pesar de esta ayuda los cultivos no prosperan, se va acabando la paciencia y cuando ya no quedan esperanzas y todo parecía perdido, ingenian un sistema de riego que hace que el agua, desviándola del lecho del río, fluya hacia los cultivos y logran salvar la cosecha.

A nueve años del primer desembarco, en 1874, llega de Estados Unidos un nuevo contingente de inmigrantes galeses, entre los cuales se hallan varios agricultores con experiencia que logran modernizar las técnicas de la producción agropecuaria, si bien la falta de herramientas hacía todo más difícil y sacrificado, tal como narra magistralmente Mervyn Evans en su molino museo Nat Fach, (que en galés significa Arroyo Chico) de Trevelín las vivencias heredadas (y oídas) de sus ancestros:

Sabe usted que al principio faltaban arados y otras herramientas para trabajar la tierra, entonces usaban el método chileno, que aunque primitivo daba resultado…Buscaban un terreno con arbustos no muy altos, lo prendían fuego hasta que quedara transformado en cenizas, lo cercaban, tiraban las semillas de trigo “al voleo” sobre la cama de ceniza y después metían al lote una tropilla de caballos ariscos que enterraban las semillas. Con ayuda de la lluvia el trigo brotaba… Y en la cosecha hacían algo medio parecido: Se cortaba a mano con la hoz, después se limpiaba el lugar con palas, se hacía un perimetral en círculo de unos veinte metros de diámetro, eso se llama “era”. Para trillar se hacían gavillas con las espigas para arriba orientadas hacia el centro. La noche anterior dejaban encerradas varias yeguas sin pasto ni agua para que durante la faena no contaminaran la semilla con el orín y el estiércol y a la mañana siguiente se las largaba dentro de la “era“ y se las hacía girar, así se desprendía el grano y algunas envolturas…Después se sacaba la paja con horquillas y se repetía el proceso con otras gavillas hasta terminar…El grano se ponía sobre lonas y cuando soplaba viento, con palas de madera se tiraba para arriba, de manera que el viento se llevaba las glumas y partículas livianas, mientras que el grano más pesado caía a la lona…Después se realizaba una “zarandeada” para repasar y limpiar los granos antes de molerlos…

A partir de 1874, podemos decir que la colonia se afianza en la zona, se establecen negocios que dan principio a una provechosa comercialización de lo producido y se hace el primer embarque de cereales, al año siguiente se funda el pueblo de Gaiman. Un censo realizado en 1878 arroja los siguientes datos:

En la colonia hay seiscientos cincuenta y nueve habitantes, se registran cuarenta y ocho nacimientos; la hacienda se compone de dos mil cuatrocientos vacunos, setecientos equinos y ochocientos cincuenta y nueva lanares, el campo sembrado superaba las quince mil hectáreas. Dos años más tarde se construían dos molinos harineros.

Pensemos en lo logrado a tan solo trece años del desembarco del primer contingente de colonos en la zona: El sueño galés ya era una realidad. En ese lapso imprimieron un pequeño periódico, construyeron escuelas y si bien al principio el único texto en galés era la Biblia, les fue suficiente para conservar y difundir el idioma, luego el gobierno argentino editó cinco libros de texto en galés para que los niños conozcan algo de nuestro país y que de esta manera vayan conociendo la historia, la geografía de la región y asimilando nuestras costumbres.

A partir de la consolidación de la colonia, podemos afirmar que los galeses juegan un papel fundamental en la soberanía argentina sobre la gran extensión patagónica, fundamentalmente en la extensión del territorio hacia el oeste, prueba de ello es lo acontecido durante una expedición realizada en el año 1883:

En ese año John Evans organizó una expedición en busca de oro junto a dos galeses y un australiano. Cuando se encontraban acampando en las orillas del río Gualjaina, dos Araucanos invitan a los expedicionarios a que los acompañen hacia las tolderías, los galeses rechazan la invitación pero Evans quedó muy intranquilo, presentía algo acerca de las intenciones de los nativos. Es así que deciden levantar campamento y cabalgan durante todo el día y la noche, tratando de transitar sobre suelos pedregosos para no dejar rastros, cuando creían que los Araucanos habían desistido de la persecución, al pasar por el lecho seco de una laguna, escuchan unos alaridos y en un instante ya estaban rodeados por los nativos, comienza la lluvia de lanzas y ahí es dónde empieza la leyenda de Evans y su caballo que se llamaba “Malacara”… Evans ve a sus tres compañeros lanceados, y él, desesperado, solo alcanza a clavar las espuelas en su caballo y esperar que se produzca un milagro. El “Malacara” rompe el círculo hecho por los nativos y logra huir, pero éstos se lanzan en feroz carrera tras él…De pronto aparece frente a ellos un zanjón de aproximadamente cuatro metros, no quedaba otra alternativa, y Evans incita a su caballo a que lo salte, el “Malacara” logra la hazaña y gracias a esto escapa del acecho de los aborígenes. Esta expedición que originalmente nace para buscar oro, fue de gran importancia para el país, ya que Evans informó haber llegado a los Andes y no haber visto en la zona ninguna bandera. Al conocer estos datos el coronel Fontana, (que para poder realizar expediciones había creado la Compañía de Rifleros del Chubut, que en principio contó con treinta voluntarios), organiza una expedición y funda allí una nueva colonia argentina, (En la actualidad la ciudad de Esquel).

Por lo expuesto podemos afirmar que gran parte de la Patagonia fue ocupada antes por argentinos gracias a la activa intervención de los galeses y al arrojo y valor de un caballo (el “Malacara”), que luego de vivir 31 años, al morir, Evans lo sepulta en Trevelin, donde su tumba es hoy un atractivo turístico, mientras que el lugar dónde fueron lanceados los acompañantes de Evans, ubicado entre el Embalse Ameghino y el Valle de los Altares, se conoce como “El Valle de los Mártires”.

Retomando la charla con Mervyn Evans en su Molino Museo y ya hablando de los logros obtenidos con la siembra de trigo en el Chubut, él manifiesta con orgullo y con un algo de “bronca”, justificada por cierto, los pergaminos cosechados por sus ancestros.

Sabía usted que el trigo de Chubut ganó medallas de oro en la Exposición de París en 1889?, era mejor que el de aquellos lados, y no es raro, piense que en Norteamérica y en Ucrania, el trigo se da en latitudes como ésta, la nieve lo cubre a poco de haberlo sembrado.

Efectivamente, no solo ganó la medalla de oro de París en 1889, sino también en 1893, y 1918 gana otros primeros premios en la Exposición de Chicago, siendo otro dato interesante el tonelaje cosechado en 1885 que alcanzó las 6.000 toneladas. Y prosigue Mervyn con su relato:

Luego, por intereses y presiones de los grandes “pulpos” de la pampa húmeda, allá por el año 1949 se subsidió la producción de trigo en todo el país, menos en las regiones al sur del Río Colorado, que fueron declaradas por decreto “zonas no trigueras”, así que imagínese lo que pasó, era mucho más cara la harina que se producía en el Chubut que la de la pampa húmeda, además no nos llegaban bolsas de arpillera para almacenar la cosecha, por deliberadas presiones del monopólico importador y distribuidor de las mismas, y así los molinos fueron desapareciendo….. Y pensar que Chubut es la única provincia argentina que tiene en su escudo una espiga de trigo.  No es paradójico? Pero antes de esas medidas, los molinos en esta zona proliferaron y mucho. Mi bisabuelo con varios socios galeses y criollos fundó el Molino Andes, tal vez el más grande de la región, en Trevelín… (Casa o Pueblo del Molino su traducción al galés), actualmente allí funciona el Consejo Deliberante y además es un museo.

En definitiva no podemos hablar de la historia de la Patagonia sin dedicarle una buena parte de la misma a este intrépido grupo inmigrantes, quienes fueron un factor preponderante en la determinación de los límites de nuestro territorio austral, sin ellos es muy probable que este territorio tan rico en paisajes, hoy no sería nuestro. Sin embargo los libros de historia argentina los ignoran, y es casi imposible encontrar en ellos información acerca de sus valiosos aportes. Quizás en el momento en que se escribió esa parte de nuestra historia “quedaba más lindo” decir que la Patagonia era nuestra gracias a la intervención de Roca con su campaña al desierto, tal vez porque la historia de nuestro país, lamentablemente siempre fue escrita desde el poder, no siempre con la verdad sino con lo que más conviene a sus intereses. No quedan dudas de que los galeses hicieron mucha más “Patria” que Roca y todo su ejército, ya que pudieron habitar la Patagonia sin tener conflictos bélicos con los nativos del lugar, todo lo contrario, entablan buenas relaciones con los mismos y si bien no sirvió de mucho, pidieron en reiteradas oportunidades a los gobernantes que tratasen a los Tehuelches, ( a quienes los Galeses consideraban sus “Hermanos del Desierto”) con toda la benevolencia posible y otorgarles la ayuda que sin duda necesitaban y jamás el gobierno argentino les brindó.

Quizás si en lugar de sojuzgar, someter y matar a los verdaderos dueños de la tierra, quitándoles toda posibilidad de subsistencia, los gobiernos de entonces hubiesen copiado el ejemplo de los colonos galeses, (Que no solo pudieron convivir pacíficamente con los Tehuelches, sino también con los Araucanos, que si bien “maloneaban” hasta las estancias de Buenos Aires, nunca atacaron a los galeses aunque sabían que la ayuda a éstos desde Bs.As., si llegaba, sería a destiempo), otra sería la situación de nuestra despoblada , desaprovechada y codiciada Patagonia. Situación que por otra parte perdura hasta nuestros días con el deliberado y sistemático abandono de los escasos vestigios que todavía subsisten de los sufridos y olvidados Pueblos Originarios, no solo de la Patagonia sino de todo nuestro país, que para los gobernantes de turno solo tienen importancia cuando hay elecciones, tal como bien lo describe León Gieco en “El Embudo, Himno a la Patagonia”:

“Allá se inventa la historia, aquí
se escribe con sangre, más vienen de tarde
en tarde, en vísperas de elecciones a prometer
soluciones que ya no engrupen a nadie.”

Hasta la próxima Historia.
Carlos Alberto Berrueta
Fuentes consultadas:

– Colonización galesa en Argentina-Wikipedia.

– Molino Museo de Trevelín – Mervyn Evans.

– Los Galeses- ¿Porqué vinieron?

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