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por Ing. Agr. Romina Esposito

Ante los continuos controles a los molinos harineros; me pregunto ¿dónde estamos parados? ¿por qué nos sorprenden tanto los estrictos controles del ministerio?…acaso ¿no producimos alimentos como el resto de la agro industria?

En un momento en donde la alimentación es cada día más cuestionada y se pone bajo la lupa la relación comida-salud: las consecuencias en el organismo, comprobadas por los médicos del hospital de gastroenterología más destacado de Argentina, Bonorino Udaondo, quienes aseguran una relación lineal directa entre la comida y la salud digestiva.

La harina, por ser un producto intermedio que siempre necesita cocción. Tradicionalmente y casi como una costumbre popular inculcada no se le da el valor que merece; el de una alimento más cómo los lácteos, las carnes, las frutas etc.

Los cereales y las harinas están en la base de las pirámides nutricionales y son necesarios en cantidad pero también en calidad. Los controles no siempre apuntan a lo impositivo (control de caudales; papeles en regla etc.)

También es importante comprender que cuidar toda la cadena productiva es velar por la salud de los consumidores y esos somos todos (bebés, niños, adultos, tercera edad).

Controles de plagas, roedores, análisis de patógenos en las harinas, son cuestiones básicas que deben estar en las rutinas de todos los molinos y poder velar por la inocuidad del producto terminado es parte del rol del molinero junto a su equipo de limpieza, mantenimiento y laboratorio.

En el 2019 ya no debemos pensar más en la típica frase (el calor mata todo).

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