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Recorriendo la plaza central de Jáchal observo un busto, entre varias conmemoraciones y reconocimientos a patriotas y personas ilustres, leo al pie del mismo Eusebio de Jesús Dojorti y en mi ignorancia pienso para mis adentros: Habrá sido alguien que se destacó  en la cultura de la zona.

Al día siguiente emprendemos la recorrida visitando los antiguos molinos de la zona del valle que datan del siglo XIX, sobre los cuales que les narrara en «La Historia anterior», cuando el recorrido finalizaba en el «Molino de Reyes», nos quedaba un último establecimiento ubicado en la localidad de Huaco, pequeño poblado del departamento Jáchal, distante unos cuarenta kilómetros al norte de la ciudad cabecera,(Jáchal), hacia allí pusimos proa, eligiendo para hacerlo la vieja ruta 40, que a poco de salir de Jáchal comienza a introducirse entre las sierras mostrando un paisaje de una belleza sobrecogedora, la ruta en muchos tramos , por caminos de cornisa, va colocándose paralela al rio, hay que sortear algunos túneles, es verdaderamente un camino para disfrutar, el otro acceso a Huaco desde Jáchal es por el llano a traves de la ruta 150.

Disfrutando de las bondades del paisaje, se llega a un mirador del que puede observarse la totalidad del valle de Huaco de una belleza inimaginable, allí en «el mirador», punto emblemático del trayecto veo erigido un busto en homenaje a Buenaventura Luna, veo las características y fisonomía del recordado personaje y caigo en la cuenta que es la misma figura de la plaza de Jáchal, si efectivamente Eusebio de Jesús Dojorti y  Buenaventura Luna eran la misma persona, a partir de ese instante las emociones se entremezclan en mi mente y afloran recuerdos y vivencias que por momentos producen un nudo en mi garganta y humedecen mis ojos: Las imágenes se agolpan en mi memoria, Vallecito..., Buenaventura Luna, cuantos recuerdos, si había en mi adolescencia una canción que al escucharla producía en mi una sensación indescriptible era oír «Vallecito» por los «Cantores de Quilla Huasi», ese recitado de Oscar «Cacho» Valle: («Cuando me doble el cansancio de mis afanes perdidos, he de tornar a la sombra de tus viejas arboledas….»), movía en mi las fibras mas intimas, mi tío «Negro», (hermano de mi madre), a quien yo admiraba y adoraba, me había introducido en el gusto por el folclore, que por entonces iniciaba su difusión masiva a traves de la radio, por él supe de don Buenaventura Luna que había sido el fundador de la «Tropilla de Huachi Pampa», conjunto de folclore cuyano, director y productor de un programa de música nativa conocido como «El Fogón de los Arrieros» que se irradiaba por radio El Mundo, difusor de música nativa con cultores de la talla de Antonio Tormo, quien también tenía a » Vallecito» dentro de su vasto repertorio, había sido el también el padrino artístico de «Los Quilla Huasi» y quien los había bautizado con ese nombre,(Cuya traducción es «Cantores de la Casa de la Luna»), ademas había incursionado con éxito en las disciplinas de escritor, poeta, periodista y músico; recitador, fue ademas militante político; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa, libretista y animador de sus propios programas radiales .

Desde el mirador comenzamos el descenso hacia lo profundo del valle, observando las geoformas que nos brinda el paisaje, mientras en mi mente repican las notas y la letra de la emblemática canción. Allí los recordados sentimientos, las  emociones pasadas y la finalidad de nuestro viaje se amalgaman, se hermanan y son un solo torbellino de sensaciones encontradas, rememoro un fragmento de la letra de «Vallecito» : «Vallecito de Huaco donde nací / Sombra del fuerte abuelo que ya se fue/ A tu molino viejo quiero volver/ Hoy que de amarga vida probé la hiel» , caigo en la cuenta que el molino nombrado en el hermoso y sentido poema de don Buenaventura y el que yo deseaba conocer eran uno solo, entremezclando así, mi interés por el antiguo molino y mi gusto por la cultura y costumbres nativas, (folclore), daban como resultado un acontecimiento en común, por demás auspicioso en que ambos sentimientos cobraban en sí mismos igual importancia.

HUACO, significa según la lengua nativa «Objeto –precolombino-, hecho especialmente  de cerámica, que se puede encontrar en los sepulcros o «huacas», otra acepción de la zona de Bolivia es: «Hendidura hecha con el arado» (Surco).

El HUACO sanjuanino, (Hoy otra localidad con el mismo nombre en la zona riojana de Sanagasta), es un pequeño poblado de poco mas de novecientos habitantes, erigido a la vera del rio del mismo nombre, el valle  si bien mas pequeño que el de Jáchal, es un oasis en medio de una zona sísmica, serrana, semidesértica, en su momento, aunque en menor importancia, supo competir con Jáchal en el cultivo de trigo y su industrialización en molimos primitivos, de los cuales llegó a tener en mediados del siglo XIX  el significativo número de siete.

A poco de dejar la ruta 40 de serpenteante trazado y atrapante paisaje circundante, ya sobre el llano, accedemos al poblado, antes de ingresar a este, a la vera del acceso pavimentado se erige el «Molino Dojorti» que fue propiedad nada menos que de los ascendientes de Eusebio de Jesús, de allí su cariño y su mención en el sentido poema «Vallecito». Fue fundado en 1775 por el chileno José María Suarez y Poblete y desde el siglo XIX pasó a manos de la familia Dojorti, cuyo apellido original, proveniente de un prisionero de las invasiones inglesas, era en realidad  Dougherty, en realidad, proviene de John Dougherty, un soldado irlandés reclutado forzosamente para integrar las tropas británicas que invadieron el Virreinato del Río de la Plata en la Primera Invasión Inglesa de 1806. Luego de vencido, fue enviado como prisionero a San Juan con otros soldados invasores, hasta que se los autorizó a regresar a Gran Bretaña. John Dougherty rechazó la posibilidad debido a su condición de reclutado forzoso, y decidió radicarse en Tucumán.

Su hijo, Eusebio Dojorti Cabot, se instaló en Huaco, dando origen a la familia propietaria del molino, en cuyo seno nació Buenaventura Luna.

Erigido sobre una plataforma y cimientos de piedra con sus paredes de adobe y su techumbre de cañas selladas con barro, el viejo Molino se mantiene majestuoso,  bien custodiado y cuidado por uno de los últimos descendientes de la familia propietaria, quien nos atiende y guía solícitamente durante la visita.

Las características constructivas son similares a las  de los molinos de Jáchal, el material predominante de sus elementos es la madera de algarrobo, se mantuvo en marcha hasta 1965, hoy gracias a la impericia y falta de criterio de los funcionarios y técnicos encargados de realizar el acceso pavimentado, se ve privado de funcionar, ya que dicho acceso obstruyó la salida del agua luego de entregar la energía en las ruedas del molino.

Ya pasado el mediodía, mientras degustaba una exquisita cazuela de «cabrito al vino tinto» en la hostería del pueblo, el dueño de la misma, amablemente me facilita un libro de un autor de la zona, (Creo recordar su nombre: Cristian Mallea), que recopila y describe distintos lugares y hechos  que han quedado marcados a traves del tiempo por su trascendencia, así me entero de la existencia de un centenario algarrobo bajo cuya sombra descansó el «Chacho» Ángel Vicente Peñaloza en viaje de regreso de uno de los exilios en Chile en el siglo XIX. El algarrobo es conocido por los lugareños como «El Árbol Grande», cuentan que en una oportunidad la inexperiencia e ignorancia de un funcionario de turismo del lugar al colocar una placa de bronce recordando el hecho, literalmente «Clavada»  directamente sobre el tronco del legendario algarrobo, produjo las mas airadas protestas de los pobladores, que obligaron a rever su decisión inicial, corrigiendo el error y hoy la placa conmemorativa se encuentra colocada, como debe ser,  en un monolito al costado del histórico árbol.

También señala el libro que Eusebio de Jesús Dojorti nació en Huaco en el año 1906, desde niño se entremezcló en los quehaceres rurales en la finca que su familia poseía en el valle, toma de allí su seudónimo de Buenaventura Luna, nombre que pide prestado a un anciano empleado de la familia de quien se nutre y va adquiriendo los conocimientos y el gusto por las costumbre y tradiciones autóctonas de la zona. De joven emigra hacia Buenos Aires con sus alforjas llenas de proyectos e ilusiones, donde como ya contara desarrolla una prolífica actividad artística y literaria, fallece en 1955 afectado de una cruel dolencia, que previamente le había hecho perder la voz, sus restos son sepultados inicialmente en el panteón de SADAIC, pero su anhelo era descansar bajo un algarrobo en su Huaco natal, tal como lo pide en su emblemático «Vallecito». En 1956 una comisión de notables del lugar realiza las gestiones para el traslado de sus restos, según relatan las crónicas de la época, llegan a San Juan capital por vía aérea y de allí en un «pequeño furgón gris» emprenden el camino hacia su pueblo natal, cuando el vehículo llega a la altura del «Mirador» y se apresta a iniciar el descenso hacia Huaco por el serpenteante camino, espontáneamente comienzan a aparecer por los senderos adyacentes de entre las serranías, lugareños a caballo vestidos con sus atuendos de gaucho, que en forma impresionante, por su cantidad, van incrementándose en número  formando un singular cortejo llevando al ilustre personaje, hijo prodigo de Huaco hacia su última morada. Como acto conmemorativo todos los 29 de Julio, aniversario de su muerte, se realiza una cabalgata desde el «Mirador», rememorando aquel emblemático cortejo de 1956, los estudiantes realizan una guardia de honor, mientras cantores populares y bailarines dejan sus canciones y danzas al pie de su tumba bajo el añoso algarrobo.

Así finaliza esta Historia que relaciona,  entremezcla y amalgama a la Molineria con la Cultura, el desgranar trigos y molerlos para producir  harina, alimento de nuestros cuerpos, con el desgranar poesías y canciones para alimento de nuestras almas.

Hasta la próxima historia…

Carlos Alberto Berrueta

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