En las Jornadas de Molinería 2010

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Por Carlos Berrueta

Trascender a traves de la profesión que por distintas circunstancias nos tocó abrazar a temprana edad no es sencillo, es solo mérito de algunos privilegiados de la vida. Muchos de nosotros transitamos por el  mundo  sin dejar huellas, sin legado, sin herencia, como diría el dicho popular «sin pena ni gloria», otros en cambio dejan a su paso un legado tan prolífico que aunque físicamente desaparezcan de la vida terrenal siempre estarán presentes en sus enseñanzas, en su ejemplo, en su conducta intachable, que perduraran indemnes a lo largo del tiempo haciendo menos amarga la despedida y manteniendo esa llama viva que hace que la pérdida material quede en parte amortiguada por el legado.

Hoy nuestra profesión, la noble profesión que abrazamos muchos de nosotros hace más de cuarenta años, con entusiasmo en los inicios de nuestra adolescencia, está de duelo, partió de este mundo nuestro maestro, el dolor es inmenso, nos cuesta reconocer que ya no estará el Gran HUGO SIERRA!!!, con su consejo franco, para evacuar las consultas, aclarar las dudas, siempre con su respuesta justa, explicita, desinteresada. A partir de hoy nada será  igual, nos  faltará el referente en el que descansaban muchas de nuestras decisiones cuando debíamos analizar un tema técnico dentro de nuestra noble profesión, la molineria, que crease o no tiene algo místico, romántico y artesanal que la hace distinta del resto, a pesar de la era altamente tecnificada que vivimos en el presente.

Como el tango, como el mate, a HUGO lo disputábamos entre Uruguayos y Argentinos,  era patrimonio del Rio de la Plata, nacido en la Banda Oriental donde se inicio en su etapa laboral, mientras despuntaba su pasión deportiva por el ciclismo, recaló luego en la ribera porteña y allí fue cimentando su frondoso caudal de conocimientos que lo hicieron trascender fronteras; Brasil, Perú, Paraguay, Australia, supieron de sus exposiciones, de su vocación de enseñanza, de su empeño por estar siempre actualizado, altamente  didáctico, de decir sencillo, hacia que los conceptos por él vertidos fuesen fácilmente interpretados y asimilados por sus discípulos, fue él quien desmitificó los secretos de esta profesión que hasta entonces eran mezquinamente guardados y ocultados por el egoísmo de los «prácticos» que lo antecedieron.

Estoy convencido que hoy nos dejo un grande, uno de esos referentes que dejan su impronta mas allá de  su existencia, la mayoría de los molinos en actividad en ambas márgenes del Rio de la Plata conocen su trayectoria, en todos ellos habrá, desde un diagrama completamente por él diseñado, hasta,  aunque sea, una pequeña parte, un sector, una reforma que se concretó bajo su «exigente batuta»

En una oportunidad en que mis colegas me distinguieron para que hiciese entrega de un reconocimiento a su trayectoria dentro de la molineria rioplatense, se me ocurrió decir que estábamos distinguiendo al «Favaloro de la Molineria», hoy pasados varios años de aquella ocurrencia, en este momento de congoja, sigo pensando exactamente lo mismo y siento verdadero orgullo de haber sido uno de sus alumnos y hoy sentirme humildemente uno de sus  adoloridos colegas.

Buen Viaje Maestro, «adecue las enteladuras del cielo para que queden cernidas en el firmamento las estrellas, que como la suya, merecen brillar y perdurar para siempre», nosotros, aquí en la tierra, en el tiempo que nos queda por vivir, trataremos de mantener viva la llama que usted prendió hace años en nuestras mentes con sus enseñanzas.

Descanse en Paz, querido Hugo su objetivo en la vida terrenal esta cumplido con creces, no quepa duda que sus familiares, sus amigos, sus colegas, estamos orgullosos de Usted.

Carlos Alberto Berrueta

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