El Molino

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Allá por fines de la década del 80, para ser más preciso a fines del año 1988, cuando mi actividad laboral transcurría en Tres Arroyos, una tarde hacia fines de año recibo en mi oficina la visita de una persona joven a quien no conocía, (dijo venir recomendado expresamente por un ex compañero de trabajo mío), este señor, con el cual luego con el correr del tiempo entablamos una buena relación, venía desde Trelew, dueño de una distribuidora y almacén mayorista , tenía interés en reflotar un proyecto para el cual decía necesitar de mi colaboración y servicios. El proyecto en sí se trataba de la puesta en valor y en servicio de un pequeño molino harinero emplazado en Dolavon, (Departamento de Gaiman) localidad distante 36 Km. de Trelew hacia el sur.
Para mí fue toda una sorpresa enterarme que había existido en algún tiempo un molino en esa zona de la Patagonia, (luego me enteré que fueron varios), ya que mis limitados conocimientos de geografía económica indicaban a la provincia de Chubut como rica en pesca, minería , cría de ganado lanar y por ende explotación lanera y la única versión que había escuchado respecto de la molinería y cultivo de trigo era la de la existencia del molino de Trevelin, ( nombre cuya traducción al castellano es ”Pueblo del Molino”), sobre el que había escuchado alguna historia en un viaje al sur en 1972.

El motivo y la historia que daban origen a la inquietud y al proyecto del ocasional visitante parecían ser interesantes, por lo que puse atención en lo que este señor en forma pausada trataba de narrarme: “Mire señor, en ese pueblo,(Dolavon), existe un molino que está inactivo hace más de 40 años, en realidad funciona como museo, siendo una de las atracciones para los turistas que visitan la zona, está bastante bien conservado y con un poco de dedicación y trabajo puede ponerse en servicio, yo he hablado con los lugareños y todos están muy contentos e interesados en que el proyecto se concrete, por otra parte tuve oportunidad de estar en una reunión con el Intendente y el Gobernador de la Provincia, les hice conocer la inquietud y presenté una carpeta con el proyecto y me han autorizado e explotar el molino, siempre y cuando no varíe esencialmente su estructura y una segunda condición es que continúe abierto al turismo para quien quiera visitarlo”.

A esta altura, todo lo narrado por el ocasional visitante iba despertando en mí curiosidad e interés, la idea que tenía este hombre no parecía ser tan descabellada, en forma paralela a la puesta en marcha del molino y su eventual entrada en servicio ya había tenido contacto con un conocido criadero de semillas de la zona de Necochea para que lo asesore en variedades de trigo que pudiesen funcionar en la zona y había propuesto ser su representante comercial en Chubut, consideraba que una vez puesto el molino en servicio los chacareros de la zona se iban a entusiasmar y sembrarían trigo en las fértiles tierras del valle inferior del río Chubut y cuando el emprendimiento creciera en importancia barajaba la idea de construir un molino en tamaño y tecnología acorde con las necesidades y la época, tratando de cubrir en parte de las necesidades que se requerían para el abastecimiento de harina en ese sector de la Patagonia, insistentemente repetía que consideraba demasiado costoso el transporte de la harina desde una distancia que como mínimo era del orden de los setecientos kilómetros, tema que por su condición de distribuidor mayorista conocía muy bien, ya que los molinos más australes eran los de Bahía Blanca y Jacinto Arauz, situación que por otra parte se mantiene actualmente.

De lo vertido por este hombre en la charla no podía sacar grandes conclusiones de cuáles eran las características del molino, ya que técnicamente conocía muy poco, solo me manifestó que estaba montado dentro de un galpón a “dos aguas” y tenía unos pequeños depósitos, (silos), al costado para almacenar la materia prima y no mucho más, el insistía con que mis próximas vacaciones debían tener como destino las costas patagónicas, a lo que yo replicaba que ya había estado en Puerto Madryn y la zona a principios de ese año, por lo que veía poco probable convencer a mi familia a repetir el destino vacacional, pero por otra parte la posibilidad de conocer esa instalación me inquietaba y debía encontrar una salida para concretarla, fue así que al despedirnos intercambiamos nuestras direcciones y números de teléfonos, acordando que en fecha próxima a mis vacaciones nos comunicaríamos para ultimar los detalles de una posible visita. Recuerdo que al despedirse, en agradecimiento a la atención me obsequió una exquisita torta galesa, comprobé luego que junto al espectacular te galés son todo un símbolo y atracción turística de esa zona patagónica.

En definitiva así sucedió, allá por el mes de febrero del año siguiente, ya con las vacaciones planificadas, por supuesto sujetas en parte a cumplir con la visita a Dolavon, luego de haber hecho un exhaustivo examen de mapas y distancias, (recordemos que en esa época todavía no contábamos con Internet, ni GPS, por lo que todo había que realizarlo en forma más lenta y artesanal), acordamos que iríamos en principio a Trelew, luego visitaría el tan mentado molino en Dolavon y de allí seguiríamos viaje a través de la desértica Patagonia hacia la cordillera y la zona de los lagos. Al momento de acordar los honorarios, con los que Eduardo, (Tal el nombre de este Señor), insistía desde un primer momento, solo atiné a decirle que me daba más que por bien pago si me brindaba la posibilidad de conocer esa reliquia y no incurría en ningún gasto extra de lo que había programado para mis vacaciones, por lo que él se haría cargo de la diferencia en el gasto de combustible que demandaba el paso por Dolavon. Así fue como un lunes iniciamos el viaje, creo recordar que la primera etapa concluyó haciendo noche en San Antonio Oeste y de allí al otro día temprano nos aprestamos a llegar a Trelew y posteriormente a Dolavon, donde para mí se develaría el enigma de conocer el molino. Como anécdota cabe recordar que nuestro viaje vacacional a partir de San Antonio Oeste iba al mismo ritmo e itinerario y tocando los mismos lugares que había elegido para su campaña electoral el a la postre presidente Dr. Carlos Menem, por lo que nuestra llegada a Dolavon fue en medio de un caluroso, ruidoso e importante recibimiento al candidato presidencial, con quién continuamos coincidiendo en el trayecto hasta Esquel.

Recuerdo que a eso de media mañana llegamos a Dolavon, (“Prado del Río”, traducido del galés al castellano , por motivo de la belleza de las costas del río Chubut y el valle inferior), como la cita en el molino era por la tarde nos aprestamos a recorrer el pueblo, como dato destacado recuerdo que todo el casco urbano está atravesado por una zanja o acequia construida por los primeros pobladores galeses, con norias que están en constante movimiento levantando el agua destinada al riego de las fértiles tierras del valle, en esa época no había una gran oferta gastronómica por lo que el almuerzo tuvo lugar en lo que era prácticamente una casa de familia que daba de comer a viajantes, por el horario las “casas de té galés” estaban cerradas, ya que su atención era por la tarde, el almuerzo en esa casa fue propicio para interactuar con los lugareños y conocer su opinión acerca de la puesta en marcha del molino, tema que me interesaba conocer para evaluar qué posibilidades de éxito tendría el emprendimiento que se aprestaba encarar Eduardo, las opiniones eran concordantes y todas favorables a la realización del mismo, había especialmente en los mayores una especie de sentimiento de revancha o reivindicación de algo que fue propio y hacía tiempo habían perdido, a esa altura yo no conocía la historia de los galeses y sus proezas en nuestra Patagonia, “El cultivo de trigo y el emplazamiento de molinos en esa zona de Chubut, que había sido muy importante desde principio de siglo, se había visto tronchado por un decreto del año 1949, que subsidiaba el cultivo de trigo en la zona de la pampa húmeda y declaraba zona no triguera a la situada por debajo del río Colorado, esto sumado a las presiones por parte de poderosos capitales monopólicos que dificultaban intencionalmente la provisión de bolsas de arpillera, en las que se almacenaban las cosechas por entonces, dieron por tierra con las posibilidades de que prosiguiera con éxito el cultivo triguero en los fértiles valles chubutenses, éxito que de hecho tenían, y bien ganado, ya que hasta premios internacionales por calidad habían obtenido en Europa “Medalla de oro París 1889, 1893 y1918, sumados a otros primeros premios en Exposiciones de Chicago”, es esta una historia tan interesante, poco contada y con hechos trascendentes, que merecerá ser el argumento de otro capítulo de “Historias de …”.

Por fin con las primeras horas de la tarde iba llegando el tan ansiado momento de conocer las instalaciones del molino, a poco de esperar en la puerta, llegó un joven que era el ayudante del lugar, con que contaba Eduardo para llevar a cabo su cometido, creo recordar que este joven era hijo de una persona que había trabajado en los últimos tiempos de marcha del molino allá por los años 40, por lo que aunque sea por los hechos narrados por su padre, “de oídas”, tenía alguna vaga idea de cómo se manejaba la instalación por aquel entonces, no alcanzó a pasar él por la entrada, que ya estaba yo por detrás y quedaba develada la incógnita, se observaba una instalación muy bien conservada en su estado general, con cañerías y elevadores construidos en madera, con todas la superficies barnizadas, máquinas de limpieza de muy pequeñas dimensiones, una zaranda rotativa con una tarara, un bastante bien diseñado sistema de aspiración y el medio del local, como destacándose y dominando la escena estaba el Molino, por supuesto que lo que veían mis ojos no era en lo más mínimo lo que yo había imaginado, pues se trataba de un molino de construcción compacta donde todo el equipamiento y los distintos pasos, (molienda, clasificación y cernido) y etapas o pasajes de rotura y lisos se encontraban montados en una misma estructura compacta, a simple vista y para asociarlo con un elemento actual, podría decirse que estaba en presencia de un molino experimental de laboratorio con dimensiones un poco mayores. En sí el diagrama poseía tres pares de rollos de Rotura, (Estriados) y tres pares de rollos para pasajes Lisos, de frente al molino los rollos se ubicaban a la izquierda y hacia la derecha se encontraba el sistema de cernido consistente en cernidores centrífugos, por debajo de estos unas bandejas compartimentadas colectaban los cernidos que según su característica se extraían como producto y mediante transportes de tornillo retornaban al pasaje siguiente, al igual que las “colas” al final de los cernidores, todo el conjunto era movido mediante una transmisión a correa por un motor central, que antes, según datos, había sido a vapor, era un conjunto muy bien concebido, según datos que figuraban en la máquina esta provenía de los Estados Unidos de Norteamérica, había sido fabricado bajo licencia inglesa y su marca, creo recordar que era Marvel, según datos que pude recabar posteriormente fue traído por un contingente galés que llegó a la zona proveniente de EE UU por 1900, ese fue el encargado de dar un gran impulso agrícola a la zona.

Como habíamos acordado que debían disponer de una pequeña cantidad de trigo para realizar una prueba y así habían cumplido con lo pactado, nos aprestamos a poner en marcha la instalación, previo a una revisión general de todos los elementos, que en general se hallaban en buen estado de conservación, a priori pude observar que el estado de las estrías de los rollos de rotura no era el óptimo, ya que presentaban excesivo desgaste, estando el resto de los mecanismos en buen estado al igual que las enteladuras de los cernidores, las que no acusaban a simple vista efectos del paso del tiempo, y se notaba dentro de las limitaciones propias del desconocimiento, que había mucha mano de obra previa en la limpieza y acondicionado de gran parte de la instalación por parte del emprendedor Eduardo y su ayudante. Con la ansiedad que siempre me ha producido ese instante de incertidumbre de una puesta en marcha y con una aceleración en las pulsaciones, empecé a observar cómo se iba “llenando” el viejo molinito y comenzaba a transformar los granos en harina, si bien, por el estado de los rollos el trabajo distaba de ser óptimo, el mismo era aceptable e intuía que iba a ser mucho mejor cuando el acondicionado del grano fuese el ideal en humedad y tiempo de reposo, por lo que luego de una prueba de más de hora y media nos dedicamos a ordenar la nómina de trabajos a realizar y las prioridades de ejecución de los mismos, la recomendación fue que antes de poner en marcha el emprendimiento debían rectificar, rayar y matear los rollos, luego con el operario en cuestión, devenido en “molinero”, y ante la atenta y ansiosa mirada de Eduardo, repasamos las etapas de limpieza y acondicionado del grano, tabla de adición de agua, formas de medición, humedades, ajustes , tamizados etc., con lo que resumiendo podemos decir que en poco más de medio día había dictado un “rápido curso teórico- práctico de conocimientos elementales en molinería” , a pesar de la escasa duración y la premura, eran tantas las ganas que ponía esa gente que todo parecía ser para ellos de lo más sencillo por la forma en que captaban las indicaciones.

Siempre tuve la imaginaria convicción de que los molinos tienen alma y corazón y mientras emprendía el viaje de regreso a Trelew junto a mi familia pensaba que aquella tarde de febrero el corazón del viejo molinito había vuelto a latir luego de haber estado sumido en un letargo por más de cuarenta años y en ese volver a latir le rendía un homenaje a los pioneros galeses que habían sido los grandes transformadores de la zona, cuantos sueños truncos habrán quedado encerrados en esas instalaciones al momento de su obligada detención allá por 1940, que hoy el espíritu inquieto y emprendedor de un joven volvía a desempolvar y encendía una llamita de esperanza en una prolongación de vida, la que lamentablemente volvió a truncarse al poco tiempo, ya que por una razón política, tan común en nuestra historia, las autoridades entrantes en 1990 revocaron la autorización para la explotación que año y medio atrás había sido otorgada por un gobierno “del otro palo”.

No obstante el alma del “Molinito” todavía tiene una llamita encendida y su corazón se resiste a detenerse, luego de un tiempo de obligado reposo volvió a latir con un ritmo más tranquilo y no ya con el frenético , incansable y fatigador programa de marcha a nivel industrial, ya que hace unos años provee la harina necesaria para el funcionamiento de la cocina del Restaurante “La Molienda” que funciona en el lugar de emplazamiento del molino, donde hoy se pueden degustar platos de cocina rústica del siglo XIX, confeccionada con ingredientes y productos de la zona, disfrutando previamente de una visita guiada donde se puede observar el proceso de molienda.

En la mayoría de los casos las empresas perduran o desaparecen al influjo de variables y medidas económicas, pero en el caso del “Molinito de Dolavon” sus detenciones, periodos de inactividad y reiteradas entradas en servicio estuvieron sujetas a medidas de neto corte político dictadas a través del tiempo por las autoridades de turno de cada momento.

¡Hasta la próxima Historia!

Carlos Alberto Berrueta

Más información:

http://www.molinoharinerodedolavon.com/

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