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Por Romina Esposito

El 30 de junio de cada año en Argentina se conmemora el Día del Trabajador Molinero.


Muchos asocian al pan como parte de la liturgia religiosa que nos vincula con Cristo a los creyentes cristianos. Pan derivado de las harinas que se muelen en los molinos día a día y que pasan por las manos y controles de los molineros; a quienes se les confía la enorme responsabilidad u honor (según el punto de vista) de manejar la materia prima del alimento más consumido en nuestras mesas.

Nadie concibe un domingo en familia con las pastas sobre la mesa sin un trozo de pan donde mojar el tuco; cotidianidades que nos marcan la vida como personas o que nos remontan a las anécdotas de nuestra primer tarea de niños… ¡Anda a comprar el pan!

Desde pequeños nos convertimos, sin saberlo, en parte de esa cadena de responsabilidades que acompañan al pan en su viaje hasta la mesa familiar. Algunos orgullosos de la misión encomendada, sintiéndonos «responsables» camino a la panadería del barrio con la bolsa colgando del brazo. Otros, tal vez más despistados; atendiendo a no perder la bolsa de pan en alguna parada en el potrero para jugar un picadito o al recurrir al llamado del vecino que nos invita a jugar un rato antes de almorzar, para luego volver a casa y que resuene el grito: ¡¿porque tardaste tanto?!

Siendo adultos comprendemos que los resultados son la culminación de largos procesos que implican compromisos mucho mayores, no simplemente la buena voluntad, sino también el sacrificio y la entrega. Bien saben los dueños de los molinos que duermen tranquilos al saber que delegan tareas que se extienden más allá de la producción, del ajuste de un banco o el recambio de una tela…

El Molinero se involucra en la compra de materiales, lidia con los fierros, con motores, filtros, con el sistema neumático (tan renegado sistema…), con el trigo, con la harina, con el embolse…¡con los reclamos! y siempre dispuesto a tomar un mate con sus colegas del laboratorio con quienes reniegan, pelean, se amigan y unen fuerzas para llevar adelante tan hermosa tarea.

Personalmente, no conozco molinero que no esté orgulloso de su trabajo; aún debiendo resignar mucho en el camino, siendo capaces de dejar sus ciudades y movilizando a la familia completa para seguir el legado y continuar con el oficio en otros pagos… ¡ser molinero no es para cualquiera!

Por eso en éste, su día, queremos enviar un saludo fraterno a quienes cumplen su tarea con enorme responsabilidad y pasión, a todos los trabajadores de la Molinería Argentina que trabaja incansablemente para llevar cada día un mejor pan a nuestras mesas.


¡Feliz día del Trabajador Molinero!

Les desea Periódico Los Molinos

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